P: ¿Academia Europa es una novela mitológica, de amores
prohibidos, de denuncia, o una historia que al autor le hubiera gustado vivir?
Respuesta: No estoy muy seguro. Posiblemente sea un poco de todo eso y
alguna cosa más de la que no soy consciente. Me cuesta trabajo tomar distancia
con las novelas que escribo y analizarlas. Lo que sí tengo claro es que a la
hora de ponerme a contar esta historia no tenía ninguna meta a la que llegar,
ni sabía el camino que iba a seguir. Pero, sí, por el camino fue tomando fuerza
el tema del amor, o más bien el del deseo, mi visión particular sobre el mundo
de la educación, que está muy viciada por las experiencias que he vivido en ese
mundo académico. Y, aunque no me gusta hablar de autoficción, creo que todo el
mundo que cuenta una historia, aunque se desarrolle en el año 6.000 en un
planeta de otra galaxia, termina hablando de sí mismo. La clave, para mí, es
que no se note que uno habla de sí mismo. Pero respeto mucho a quienes son los
protagonistas de sus historias, por supuesto, y lo dejan bien claro para que se
sepa. Lo importante es la historia y no el origen de la historia.
P: Ganó el Premio Ciudad de Barbastro
con Academia Europa y cautivó a grandes escritores. ¿Quiénes fueron
los que mejor valoraron esta obra?
R: Pues no estoy muy seguro. Además
del jurado y los críticos que la leyeron, no me dio tiempo a disfrutar de esta
novela ni a recibir el feedback de los lectores. Perdón por la palabreja, pero
es que "retroalimentación" me suena a publicidad de dietas de última
generación. Ocurrió algo curioso, que fue bonito y triste a la vez. Cuando la
novela se publicó por primera vez, yo no era un escritor conocido y casi nadie
se enteró de su existencia. Yo no la vi jamás en ninguna librería. Pero, poco
tiempo después, volvió a publicarse y, al mismo tiempo, gané el Premio
Alfaguara con Mira si yo te querré, una novela que borró del mapa a Academia
Europa. La novela de Alfaguara acaparó toda la atención. Parecía que solo
hubiera escrito aquella historia. Nunca hablé con alguien que la hubiera leído Academia
Europa. Fue una experiencia agridulce. Por eso ahora me hace una enorme ilusión
verla publicada. Recuerdo que Almudena grandes afirmó: “Está muy bien escrita,
se lee muy bien y es ambiciosa porque recrea un ciclo mitológico. Es una novela
muy atractiva porque reúne una calidad formal indudable con un buen argumento”.
No me conocía cuando lo dijo. Luego nos hicimos amigos.
P: Esta novela parece escrita con una
libertad que ahora no es muy frecuente. ¿Si alguien escribiera estos enredos
amorosos ahora lo haría igual o se cuidaría de decir ciertas cosas?
R: Yo creo que la escritura no está influida (no debería estarlo) tanto por
los tiempos y las modas literarias como por el estado de ánimo o la situación
de los autores. Lo que tal vez podría ocurrir, más bien, es que costara más
trabajo ahora encontrar a un editor que se entusiasmara con este tipo de
novela. Pero no creo en la autocensura del autor. Vamos, en mi caso, al menos,
no me la he impuesto nunca, ni antes ni ahora. Ya vendrán otros que te
rechazarán, así que mejor no hacerlo uno mismo. En realidad, cuando empiezo a
escribir, nunca sé si eso se publicará alguna vez o no, así que me preocupo por
disfrutar y sufrir, a partes iguales, en el proceso. Pero lo realmente duro
viene después, cuando alguien ajeno, pongamos un editor, tiene que decidir si
eso merece la pena publicarlo o es mejor dejarlo en el disco duro del ordenador
para siempre. O incluso borrarlo.
P: Almudena Grandes valoró muy
positivamente las raíces mitológicas de esta novela. ¿Qué situaciones y
personajes mitológicos se encontrará el lector?
R: Sí, esta novela tiene una fuerte
influencia del mundo clásico. Pero no es algo erudito, sino más bien cotidiano.
Refleja una parte de mi vida en que lo grecolatino estaba permanentemente en mi
cabeza, incluso cuando dormía. Fueron los cinco años de carrera en la
universidad. Yo veía minotauros por todas partes, toros blancos que raptaban a
princesas, metamorfosis, cavernas. En fin, era algo obsesivo. Sin embargo, me
daba cuenta de que los mitos, que en su día tuvieron un valor cotidiano y
religioso, se habían convertido en algo académico y solemne. Siempre me ha
despertado curiosidad imaginar dónde está el origen de cada mito. Y pensé,
ingenuamente, escribir una historia que fuera la base para que, miles de años
después, la gente hablara del mito de Teseo, Ariadna, el Minotauro, el
laberinto y todo lo que hay a su alrededor, como si se hubiera originado en una
ciudad de provincias, en una academia de estudios, con un estudiante de
Filología Clásica, a finales del siglo XX. Puede parecer un disparate, pero
quizás el mito del rapto de Europa por parte de Zeus tuvo su origen hace miles de
años cuando un tipo de una aldea griega fingió el rapto de su novia, con el
consentimiento de ella, para forzar a los padres a que le dieran permiso para
casarse. Bueno, ese es el mecanismo que está en el origen de esta historia.
Pero no pretendía que los lectores llegaran a esta conclusión, sino que cada
uno la leyera y, si es posible, la disfrutara a su manera y con sus propios
códigos.
P: ¿Hay alguna historia de amor o pasión
que merezca la pena de arrostrar la posibilidad de quedarse encerrado en el
laberinto?
R: Sí, yo creo que sí. De hecho, las verdaderas historias de amor, desde
fuera se ven de una manera muy idílica y maravillosa, casi como el argumento
para una serie televisiva. Pero, con frecuencia, el enamorado o la enamorada se
sienten como si estuvieran encerrados en un laberinto en el que dan vueltas y
no pudieran salir. En realidad, no desean salir: quieren permanecer siempre
perdidos, desaparecidos y desorientados junto a la persona amada, en un estado
febril y "levitativo", por decirlo de alguna manera. Nada de lo que
hay fuera es interesante para ellos. Esto, claro, se acaba antes o después, o
eso tengo entendido. Pero, mientras dura el enamoramiento, se percibe el mundo
como si uno permaneciera encerrado en una caverna o en un laberinto, o en los
dos a la vez, y lo del exterior no fueran más que sombras y sonidos. No quiero
decir que a todo el mundo le ocurra esto. Yo hablo por mi experiencia, por
supuesto.
P: ¿Le aconsejaría leer este libro a
alguien que esté cursando el bachiller o la carrera universitaria antes de
lanzarse al mercado laboral, a la vida adulta, o menor que permanezcan
inconscientes de lo que es el mundo?
R: Afortunadamente, no es un "Manual para estudiantes ingenuos que se
darán pronto de bruces con la realidad", aunque pueda parecerlo. Sí, claro
que se lo aconsejaría. Además, las cosas que ocurren en esta novela son tan
"extremas" que no creo que nadie piense que le pueda pasar algo así.
No me gustaría que alguien sacara conclusiones sobre la vida, en general,
después de leer esta novela. Para eso están los libros de autoayuda y las
revistas del corazón. El protagonista es joven, alrededor de los veinte años,
aunque quiere parecer mayor, y yo creo que eso puede acercarlo a estos lectores
que no encuentran historias con las que identificarse, o que les cuesta trabajo
encontrarlas.
P: ¿Cuánto humor hay en este texto y con
qué fin lo ha usado? ¿Humor negro, blanco, sarcástico, sutil?
R: Un poco de todo. A mí me atrae mucho el uso del humor, pero, sobre todo,
la ironía y el sarcasmo. La mezcla de las tres cosas, más bien. Es como el
protector de estómago que tomamos antes de un medicamento o antes de una noche
de comida y alcohol. El humor y la ironía son como una protección contra la
crudeza, lo absurdo y lo contradictorio del mundo, o de los mundos, porque yo
creo que hay varios aunque parecen el mismo. Más que un recurso literario, para
mí es un modo de vida. Hasta en los momentos más trágicos y dramáticos uno
puede agarrarse al humor y a la ironía para salvarse. Tampoco hay que pasarse,
porque una cosa es el humor y otra es tomarse todo a risa. Encontrar el punto
intermedio es lo más difícil.
Todo sobre el libro en la web de M.A.R. Editor