2.10.24

Entrevista a Gabriel Lauret por “Allegro Agitato”: “A la sociedad la están educando para que ocupe su tiempo de ocio en cuestiones lúdicas que no impliquen un mínimo esfuerzo”.

 


P: ¿Qué supone para Gabriel Lauret ganar la segunda edición del Premio de Nuevo Periodismo de M.A.R. Editor entre 234 obras de 26 países?
Respuesta: Evidentemente, una gran alegría y algo totalmente inesperado, teniendo en cuenta que llevo pocos años escribiendo. Si hace tres años me hubieran dicho que iba a escribir y publicar artículos, que iban a tener mucha aceptación, no sólo entre un público general sino también por músicos profesionales, no me lo hubiera creído, y mucho menos que una recopilación de estos textos lograrían imponerse en este Premio de Nuevo Periodismo de M.A.R. Editor, con una concurrencia tan numerosa, teniendo en cuenta, además, el prestigio y el atractivo para otros escritores que tiene esta editorial.

P: ¿Qué pretendes con los textos de tu libro Allegro Agitato?
R: Me sugirieron que comenzara a escribir para divulgar la música clásica entre un público no especializado, lectores del diario La Opinión de Murcia, que después se amplió al blog Las Memorias de Dulcinea. Para mí era un reto porque yo soy músico, soy violinista; no soy musicólogo, ni historiador, mucho más acostumbrados a escribir. Mi sorpresa fue que los artículos eran muy bien recibidos tanto para un público no especializado, que era el objetivo inicial, como también por muchos de mis colegas, profesionales de la música. Creo que el secreto está en que el contenido, la información, es indudablemente importante, pero para divulgar es necesario enganchar al público a la lectura, con independencia de que los protagonistas sean más o menos conocidos por el gran público. Para ello, desde el principio tuve claro que debía utilizar un lenguaje sencillo, directo. En muchas ocasiones me dirijo directamente al lector y, cuando considero que es necesario, explico ciertos términos musicales. Me gusta introducir pequeñas bromas dentro del texto e intento sorprender, de alguna forma, dando en ocasiones un giro inesperado, para conseguir que el lector quiera continuar leyendo.

P: ¿Ve alguna similitud entre escribir artículos e interpretar música?
R: Aunque parezcan terrenos muy alejados, he utilizado mucho mis conocimientos y mi práctica como intérprete para la elaboración de mis artículos. Tanto en la distribución formal de la información (estructuras binarias, ternarias, reexposición, coda, todos estos términos musicales tienen un reflejo en los relatos) como en la forma de plantear situaciones de tensión y distensión dentro de cada texto, así como una forma conclusiva que cerrara cada artículo de forma satisfactoria. En un futuro puede que me atreva con obras mayores. Veremos entonces qué similitudes encuentro con mi experiencia de músico.

P: ¿La música clásica, la cultura clásica, están quedando sólo para el disfrute de pequeñas élites no porque se oculten a la gente, sino por el desinterés de las mayorías en algo elevado?
R: En estos momentos, de exceso de información, el problema es hacer atractiva la cultura a la mayor parte de la gente, porque tiene que competir con demasiadas distracciones. A la sociedad, además, la están educando para que ocupe su tiempo de ocio en cuestiones lúdicas que no impliquen un mínimo de esfuerzo. Cultura y cultivar tienen raíces comunes. No se cultiva sin esfuerzo; sin esfuerzo no se va a obtener un fruto, o al menos no el que nosotros deseamos. En mis clases en el conservatorio pongo siempre el ejemplo de unas conocidas hamburgueserías. La ilusión de muchos niños es celebrar su cumpleaños en estos oscuros antros culinarios, algo que nos parece normal porque son niños. Ya con cuarenta años, en cambio, nos parecería preocupante, porque nos daríamos cuenta de que esa persona no ha tenido una evolución en sus gustos. Por desgracia, este ejemplo aplicado a la música, a la literatura o a las artes, deja indiferente a la mayor parte de la gente, incluyendo a nuestros dirigentes culturales, ocupados en otros menesteres. Razón de más para luchas por romper este tipo de inercias.

P: ¿Junto a los grandes compositores se habla en su libro de músicos no tan conocidos, pero más cercanos y muy interesantes para nuestra propia cultura?
R: En mis artículos no pretendo hablar sólo de los músicos más conocidos. Es más, la mayor parte de ellos hablan de personajes que han tenido sólo un contacto ocasional con otros más famosos y que sirven de gancho o de contextualización. Pretendo que cada artículo interese al lector per se, que sea la forma de comunicarlo la que anime al lector también a indagar e intentar escuchar la música que compusieron o de la que fueron responsables. Conforme iba escribiendo también me daba cuenta de que muchos músicos desconocidos para el gran público tuvieron vidas apasionantes, dignas de las mejores novelas de aventuras. Y estas historias conectan con el lector. Por otra parte, teniendo en cuenta que en un principio los artículos iban a ser publicados en el entorno de la región de Murcia, me pareció muy importante hacer una reivindicación de los músicos de esta tierra, grandes desconocidos tanto aquí como en el resto del país como Mario Medina, Manuel Manrique de Lara o mi propio tío, Benito Lauret. Además de otros músicos españoles como Manuel de Falla, Joaquín Rodrigo, Usandizaga o Gerhard.

P: ¿Qué es más extraño, que la música clásica occidental conquistara Japón o China o que un músico ruso de comienzos del S.XIX viniera a España seducido por nuestra música popular?
R: Como dijo el gran director de orquesta japonés Seiji Ozawa, la música es tan internacional como una puesta de sol. El atractivo de la música clásica en Japón y en China es enorme, y basta con ver los datos del crecimiento en estos países. Ya desde el siglo XIX Japón comienza una apertura a la música clásica que se expande enormemente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día es una potencia musical con grandes orquestas, solistas, grupos de cámara, fabricantes de instrumentos y una infraestructura de grandes y pequeñas salas de concierto de una calidad impresionante que se mantiene gracias al público que llena las salas. En China se complicó la situación por la llamada Revolución Cultural, pero tras ella, con la apertura que propiciaron Stern y Kissinger y el enorme desarrollo económico que ha experimentado el país, la situación es muy propicia para la música. España ha sido un país de moda en Europa, muy de moda, ya desde el Siglo de Oro. Una de las primeras óperas de Telemann, Sigismund, a comienzos del siglo XVIII, tiene como argumento La vida es sueño, de Calderón, y a lo largo de su vida compuso otras tres obras basadas en el Quijote. Las bodas de Fígaro de Mozart y Fidelio de Beethoven transcurren en Sevilla. España tenía un gran atractivo fuera de nuestras fronteras. Cuando los compositores comienzan a visitarnos, además, bebieron directamente en nuestras fuentes musicales y la introdujeron en su música. Algunos se quedaron, como Scarlatti o Boccherini y, más tarde, la visita de Glinka a nuestro país propicia una moda en Rusia que se percibe incluso en Shostakovich, bien entrado el siglo XX.

P: En su caso, ¿se puede decir que el amor por la cultura es una tradición familiar?
R: En mi familia soy la cuarta generación de músicos. Mi bisabuelo había sido guitarrista y afinador de pianos y mi abuelo era pianista, y mi tío director de orquesta. Mi padre era abogado y tenía una enorme formación cultural. Además de escuchar música continuamente y de tocar el piano bastante bien, era un lector compulsivo. Mi madre era pintora y me enseñó las obras maestras de los grandes pintores y aprovechaba los viajes para enseñarme las mejores pinacotecas. He podido dedicarme a la música y estoy muy contento de todo lo que he obtenido de ella. Poder combinar la literatura con la música e intentar su difusión me parece enormemente gratificante.

P: ¿Qué utilidad cree que puede tener su libro para un lector "normal"?
R: Nada en la cultura tiene una utilidad real pero, al mismo tiempo, la cultura es imprescindible para el desarrollo del ser humano y para la vertebración de nuestra sociedad. Este libro no puede ser una excepción. Al igual que cuando doy un concierto, intento que el lector se entretenga, en este caso pretendo que lo haga leyendo. Si el público que asiste a un concierto no se entretiene, deja de escuchar y no volverá a un auditorio. Por tanto, si un artículo aburre porque el tono no es ágil, porque no interesa, dejará de leer. Al mismo tiempo que se entretiene recibirá, casi sin darse cuenta, una formación. Con Allegro agitato el lector puede pasar ratos entretenidos al tiempo que aprende y conoce historias muy diversas relacionadas con la música, con los compositores, intérpretes, mecenas, instrumentos o, incluso, sobre la realidad de los músicos en nuestro país.

 

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