P.- ¿Qué significa la ciudad de Santa Cruz en su literatura?
R.- La ciudad gravita como el personaje omnisciente en mis
novelas. Intento ser capaz de hacer mitología sin caer en tontos folclorismos. Así
que dejo que Mat Fernández hable por mí: “Soy de una ciudad con un paseo
marítimo que mira al océano. Una ciudad donde todo tiene cierto matiz de
fraude. Todos tenemos una relación de amor y odio con nuestra tierra. Son
emociones que brotan cuando estás creciendo. Sus calles son estados de ánimo en
los que me reconozco. Te contaré algo sobre esta ciudad: perdió su esperanza. Y
percibo mi trabajo como un intento por recuperarla. Sus calles las pasean a
diario buenos, malos, sabios, corruptos, bienaventurados. Da lo mismo. Es mi
gente”.
P.- ¿De dónde surge la idea de escribir El eco de Cobain?
R.- El origen fue narrar la guerra
del time sharing, la venta de pisos compartidos, que sucedió en los años
90 en el sur de la isla de Tenerife, especialmente en los municipios turísticos
de Arona y Adeje. Con la estafa se creó un entramado
financiero que llegó a acumular decenas de sociedades y cuentas corrientes que
compraban terrenos para edificar complejos de apartamentos y centros
comerciales.
Pero, luego sucede el 7 de octubre. Hamas, el
ejército israelí. La guerra en Gaza. Eso sucedía
mientras escribía. Y fue un no parar. Lo más reciente fue previsible: los
enfrentamientos en la frontera entre Israel y Líbano contra el Hezbolá.
La invasión israelí del Líbano… La novela que estaba narrando cerraba
el círculo. Y como la guerra no deja nunca de sorprender, las explosiones de
dispositivos de comunicación portátiles. ¿Cómo va a terminar el relato y la
historia? Todos sabemos que los conflictos son fáciles de iniciar y difíciles
de terminar.
P.- ¿Qué queda hoy de
aquella época de guerra en el sur de la isla origen de la historia?
R.- Entonces, en el sur nadie hacía
preguntas. La gente no veía nada y recuerda menos aún. Tenerife se regía por la ley del silencio, nada
sucedería más allá de los túneles del municipio de Güímar. John Palmer, Goldfinger,
el capo del negocio, hizo fortuna. Tenía un jet privado, dos helicópteros y un
yate que atracaba en el muelle frente al Cabildo Insular. Extendió su negocio
al lavado de dinero, la extorsión y la protección a cambio del pago de un
canon. Supongo que se ha impuesto el gatopardismo de Lampedusa: Si queremos
que todo siga como está, es necesario que todo cambie.
P.- ¿Hay algún otro
trasfondo?
R.- En la historia
hay una idea muy Alejandro Dumas. Autores como Dumas o Emilio Salgari marcaron
mis lecturas de niño a adolescente. Son narraciones épicas. En sus obras está
inserta la idea de resucitar. De volver para hacer justicia. Es como las
películas western que empiezan con la matanza en una casa que termina ardiendo
y como debajo de un carromato los ojos de un niño se impregnan del fuego. La
siguiente escena es, transcurrido el tiempo, ese niño montado en caballo. Por
cierto, es Clint Eastwood.
P.- ¿Su primer contacto con el Líbano?
R.-Le sorprenderá. Fue la canción The
Lebanon de The Human League. Una reflexión sobre los horrores de la
guerra y su impacto devastador en la vida cotidiana de las personas. La letra
nos transporta a un escenario de conflicto, sin embargo, yo estaba anestesiado
por el movimiento New Romantic y las salas de baile y tardé en
comprender el mensaje. La canción comienza con una evocación nostálgica de
tiempos más pacíficos, antes de la llegada de los soldados. La protagonista
sueña con 1969.
El segundo verso cambia de perspectiva y nos
presenta a un soldado que se encuentra en el campo de batalla. Este soldado,
que inicialmente pensaba que su misión sería mantener la paz, se enfrenta a la
dura realidad de la guerra. La pregunta retórica ¿Quién habrá ganado cuando los
soldados se hayan ido?
P:- ¿Cómo fue la labor de documentación y el
contacto directo con protagonistas reales de aquella etapa?
R.- Me ayudó mucho la obra del periodista Félix
Rojas sobre Mohamed Jamil Derbah: Desde las orillas del Líbano a las costas
de Tenerife. En ella radiografiaba un periplo vital y la que denominaba la
verdadera historia de un emprendedor. Luego contacté con dos facciones
libanesas en el sur los musulmanes chiíes y los cristianos maronitas. Comprendí
que las verdades son a veces una cuestión de perspectiva.
Aprendí en este periplo de la obra de Gibran
Khalil Gibran y los versos reveladores en su obra El Profeta: No se puede
llegar al alba sino por el sendero de la noche.
P.- Se dice que usted hace Pulp pop.
R.- Mi obra no se rige por géneros.
Un periodista que es una autentica eminencia en el sector cultural, Eduardo
García Rojas, reseñó mi novela El sueño de Goslar en: “Cómo descuartizar
en clave pop la novela negra criminal”. La cultura popular está
impregnada en las páginas que escribo es solo traslación de lo inoculada que
está en mi vida. Hace unas semanas un lector me comentó que en seis párrafos
había leído cuatro referencias culturales y una receta de cocina. Me hizo reír,
asentí y busqué esos párrafos que dicen así: “Doy gracias por haber
tenido una infancia normal. Causas y azares, como ver el programa Informe
Semanal los sábados por la tarde; oír la música de Silvio Rodríguez y Joan Báez
en casetes; escuchar las charlas de mis tías sobre la Revolución de Castro; intentar
engordar con el asado dominical en la azotea después de la misa de doce,
acompañado de zanahorias, cebollas, papas, culpa, vergüenza y arrepentimiento.
Luego el fútbol con José María García”.
P.- ¿Actualmente hay censura en la cultura?
P.- ¿Relato e
historia? ¿Cuál es el enfoque de El eco de Cobain?
R.- Cuando he sondeado con diversos sectores
la situación, les reconocí que en muchos aspectos desde dónde yo estaba no veía
las cosas así. Y me contestaron que desde dónde yo estaba no podía ver las
cosas. Y siento que tienen razón. Hay un fragmento en la novela que define muy
bien la realidad: “Ethan, mi secretario
me espera en el salón de la entrada de la casa. Los dos nos encomendamos a
menudo al espíritu de Mary Poppins para salir de situaciones complicadas. Disfruto cuando imita a Julie
Andrews y me dice: «Por
favor, no intente nublar el tema con hechos”.
P.-¿Cómo
comenzar a leer El eco de Cobain?
R.- Os dejo una
pildorita: Yo debería estar muerto. ¿Estás
listo para hacer lo que debes?