P.— Has
ganado el XIV premio Wikie Collins de Novela Negra con La
última canción de Alice Wren que te entregaron en el Festival Atlántico
de Género Negro Tenerife Noir. ¿Cómo recibiste el premio?
R.— Pues
algo abrumado, a caballo entre la emoción y el desconcierto. Después, la
satisfacción y el agradecimiento se abrieron paso. Además, las muestras de
afecto de muchos lectores que me siguen desde Chankoro y de
numerosos escritores que admiro, pusieron la guinda al pastel.
Imagino que a todos los autores que reciben un premio de esta entidad les
sucede algo parecido. Sólo recuerdo un momento algo similar, cuando quedé
finalista del primer Premio de Creación Literaria Villa del Libro de Urueña.
Pero esto ha sido infinitamente más importante y emocionante.
P.— Chankoro ha
alcanzado la 6ª edición, En el desván de las caracolas, siendo una
novela más exigente que la primera, ya va por la tercera y, te has atrevido con
la poesía con Hotel Silencio. Y, de pronto, sorprendes a todo
el mundo con una novela negra ambientada entre Valladolid y Medina del Campo.
R.—
(Risas) Sí. Parece que siempre que tengo un proyecto claro, otra historia se
cruza en mi camino, atrapa mi atención y me lleva en otra dirección. Aunque
esta vez, no me desvié tanto, dado que ya estaba pensando en términos de novela
negra. Me gustan los desafíos que me impulsan a explorar ámbitos que no son
habituales en mí. En este caso el juego entre la proximidad geográfica de
Valladolid y la comarca de Medina del Campo, la atmósfera del confinamiento,
todos conectados y muy aislados y asustados a la vez, y lo policial me
ofrecieron esa oportunidad. Y así nació La última canción de Alice Wren.
Ya en mi libro En
el desván de las caracolas, la acción transcurría entre Valladolid,
Santander y Cuba, pero ahora recorro toda la provincia.
P.—
La proximidad geográfica a Valladolid, Rueda, Medina del Campo, ¿Te facilitó el
trabajo?
R.—
Sí y no. Por un lado, sí, porque es una tierra en la que trabajo y en la que
siempre he sido muy bien tratado y querido, y, eso, me lleva al lado complicado. Me costaba ver el crimen, el mal, en
esos lugares, de modo que ideé una forma de hacerlo más “subterráneo”. Oculto y
a la vista, al mismo tiempo.
P.—
Esa idea de “lo último” presente en él, nos hace pensar en un punto final, sin
retorno, que puede que no traiga nada bueno. ¿Cómo nació la idea de la novela?
R.—
Como casi siempre en mí, nació con una voz diferente en mi cabeza que vino
acompañada de una imagen. Mi novela surge de una niña —aún no sabía cómo se
llamaba, pero no es Alice— miraba a unos policías desde el interior de un
contenedor de basuras a través de una rendija, con un miedo a ser atrapada
enorme, pero, al tiempo, con una diminuta
esperanza de ser encontrada, salvada. Una última oportunidad… Y me intrigó esa
mezcla. Quise saber más de ella y lo supe, pero después de trescientas páginas
que me tuvieron en un sin vivir.
P.—
Pero al título le queda otra parte que también
intriga: una canción cuya letra abre la novela y, de alguna manera, la cierra.
“Viviendo junto a Alice”, de Smokie. Uno de esos viejos éxitos de los años 70.
En ella se habla de una última oportunidad. ¿Es esa Alice, subinspectora de la
Policía Nacional, la protagonista de la novela?
R.—
Sí, una de las más importantes y, al tiempo,
uno de los mayores enigmas de la novela. Pero junto a ella hay toda una galería
de personajes corruptos, agentes de la ley que luchan, como otras muchas
personas durante el confinamiento, no sólo con el día a día, sino con un
asesino despiadado que recorre las calles y está en el aire, en cualquier
lugar. En esa atmósfera de amenaza permanente en la que anida el crimen, la
trata de personas, las peleas ilegales de perros y la codicia, es donde el
destino de esa niña y Alice se cruzan.
P.—
Has hablado de personajes corruptos. Uno de ellos nos ha llamado
particularmente la atención, es el señor Samsa. ¿Tiene algo que ver con el
personaje de La metamorfosis?
R.—
Así es. De hecho, la novela se estructura en tres partes que son: Larva,
Crisálida y Metamorfosis. Y todo tiene que ver con una idea que circuló mucho
durante el confinamiento: De esta vamos a salir mejores… pero, ¿realmente
salimos mejores o nos transformamos en otra cosa?
P.—
Hay, como siempre en tu escritura, una voz poética, pero nos ha sorprendido un
nuevo matiz de acción, muy cinematográfico, que le da a la obra un ritmo de
persecución y tensión.
R.—
Así es. Es novela negra. Lo oculto, lo subterráneo, la tensión por la
investigación, el suspense en las tramas, el enigma y la acción criminal y
policial, están presentes desde el primer momento hasta el último. He contado
con grandes amigos y autores que me han asesorado, aunque después yo he hecho
mi particular cocina… Claro, ese es el trabajo del novelista. Además, en la memoria de mi
vida hay una atmósfera cultural que me remite a una película, una conversación,
una lectura o una música. Como bien has observado, todo gira, en cierto modo,
en torno a una canción y todos tenemos una banda sonora de nuestra vida. Por
eso los personajes de la novela la tienen. Y sí, inevitable la referencia a
Kafka —durante la pandemia (y después también, desgraciadamente) lo kafkiano ha
estado a la orden del día— y también al esperpento,
a Blade Runner y su atmósfera oscura e inquietante… Y también mi
Alice tiene algo de Alicia en el país de las maravillas, pero a ritmo de
persecución en moto por las calles de Valladolid.
https://www.mareditor.com/narrativa/la_ultima_cancion_de_alice_wren.html