6.4.16

El sabor del mar, de Manuel Cortés Blanco, cuentacuentos en la biblioteca pública de Vallecas, a cargo de Vera Kukharava

La Biblioteca Pública de Vallecas de C. Rafael Alberti ha celebrado un cuentacuentos con intérpretes de todo Madrid, en el que ha estado presente M.A.R. Editor.
            La traductora, bibliotecónoma y editora Vera Kukharava, participó en el acto interpretando el relato de Manuel Cortés Blanco, “El sabor del mar” aparecido en el libro Nanas para un principito. ante un amplio público infantil que siguió con gran interés la historia de cómo el mar dejó de saber a vino y comenzó a saber a mar… El cuentacuentos estuvo dirigido por el director de la Biblioteca, Carlos García-Romeral 
            Reproducimos el texto del relato interpretado por Vera Kukharava, “El sabor del mar”:


 Cuentan que cuentan que me contaron, que al principio de los tiempos el mar estaba hecho con vino. De ahí su color rojizo de aquel entonces, de ahí que las Sardinas dijeran tonterías y anduviesen dando tumbos, pues siempre acababan con una copa de más.
Ante las quejas de los Atunes, cansados de dar positivo en tantísimos controles de alcoholemia, la Madre Naturaleza decidió hacer un cambio. De manera que a partir de entonces ese mar estaría formado a base de café. De ahí el color negruzco de aquel período, de ahí que las Doradas danzasen desveladas bajo los efectos de tanta cafeína.
No obstante, a más de uno le parecía desacertada aquella decisión.
—¡De leche! —pensó la Naturaleza tras escuchar el lamento de una Lubina—.
Haré que el mar tenga leche para disfrute de los peces.
De ahí el color blanquecino de aquellos años, de ahí que las Ballenas engordasen tanto con un alimento tan rico en proteínas. Sin embargo, ni siquiera entonces hubo consenso. A las Gambas les resultaba difícil conservar su figura y a los crustáceos no acabó de gustarles semejante sabor.
Por ello, cansada de tanto ajuste y reajuste, la Madre Naturaleza tomó una decisión definitiva: que entre el millar de animales que habitan los océanos escogieran su composición. Únicamente les advirtió que meditaran muy bien lo que fuesen a elegir, pues aquello que saliera de tal acto perviviría para siempre.
Hubo muchos corrillos, propuestas y debates. Demasiadas comisiones, votaciones y enmiendas. En la última reunión todos mostraron su acuerdo: queremos un mar de agua… De manera que uno a uno fueron votando:
—¡Agua! —gritó el Rape cuando le preguntaron.
—¡Agua! —afirmó la Raya.
—¡Agua! —reafirmaron los Boquerones.
Todos dijeron lo mismo. Todos excepto uno: el Tiburón, quien andaba enfadado con el resto pues él se habría quedado con el sabor a vino. De modo que astutamente procuró ser el último en emitir aquel voto. Al llegar su turno, para sorpresa de los demás, dijo la palabra ¡Sal! por el mero hecho de fastidiar… Y no hubo marcha atrás.
Por eso, desde entonces, los mares saben salados. Por eso, desde ese instante, mal le va a quien actúa bajo la añoranza del vino. Por eso, desde esa mañana, los Tiburones son tan temidos por otras especies. Y por eso desde ese día, quienes —como ellos— deciden desde el rencor, están condenados a nadar en solitario.

Y así se acabó este cuento que se lo llevó el viento, y se fue por mar adentro.

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