Fernando
Savater recupera su novela El dialecto de la
vida, un homenaje a Stevenson y un recorrido por la Escocia
de los castillos en ruinas, los paisajes neblinosos y los tugurios de los
bebedores de güisqui. La novela aparece en la colección de narrativa de M.A.R.
Editor.
Savater
entrecruza en El dialecto de la
vida tres propuestas. Lo que comienza siendo una novela de
viajes, con la persecución periodística de las huellas de Robert Louis
Stevenson, se engarza con las reflexiones sobre el fracaso de la relación
amorosa del protagonista con una mujer, y con la naciente y equívoca amistad
entre el hombre maduro y el joven fotógrafo que le acompaña. El escenario es
Escocia, pero no la Escocia turística de los catálogos, sino la neblinosa, la de
los pantanos, los castillos derruidos en lugares casi inalcanzables, los viejos
bebedores de whisky que soportan un último trago acodados en la barra. Alan, el
maduro protagonista, indaga en sus recuerdos el modo de recobrar el amor de su
mujer, pero la vitalidad del joven David, su inestabilidad e inmadurez, su
continua fascinación ante todo cuanto hay a su alrededor, harán cambiar los
planes de Alan y le llevarán a descubrir facetas de su propia personalidad que
le sorprenderán e inquietarán.
Brumas,
alcohol, la memoria y sus deformaciones, jóvenes de aspecto seductor,
reflexiones sobre la creación literaria, la impotencia de la filosofía ante la
realidad, las calles de las obras de Stevenson, de los criminales de aquel
tiempo, entrecruzándose con la vida de los protagonistas, Alan y David, son el
caldo en el que se cuece una novela de intriga, de viajes y de amor, una novela,
incluso, iniciática para el David que descubre el mundo de mano del hombre. Los
destellos de humor de Savater son guiños al lector, oasis —o tabernas— en el
camino, para llegar al punto final, al punto en el que acaban todas las
historias.
Fernando
Savater nació en San Sebastián, en 1947, donde vive y pasea
todos los días por la playa de la concha, Escritor, profesor de Filosofía
durante más de 30 años, ha escrito más de 50 libros. Traducido a más de veinte
idiomas. Su última obra publicada ha sido La
peor parte. Entre su obra destacan las novelas El dialecto de la vida (M.A.R.
Editor), Caronte
aguarda, El jardín de las
dudas, Diario de
Job, La hermandad de la buena
suerte o el libro de relatos Episodios pasionales. Entre sus ensayos
cabe mencionar: Contra las patrias, La tarea
del héroe, El contenido de la felicidad, Ética para Amador, Política para
Amador, El mito nacionalista, El valor de educar, Perdonen las molestias:
crónica de una batalla sin armas contra las armas, El gran fraude: sobre
terrorismo, nacionalismo y ¿progresismo? y Voltaire contra los fanáticos, entre
otros. En su obra teatral destacan títulos como El último desembarco o Vente a Sinapia. Es autor de Mira por
dónde. Autobiografía razonada.
Afirma sobre su libro Fernando Savater: “El dialecto de la
vida no es una novela autobiográfica, no
se puede decir que sean cosas que le hayan pasado exactamente a Fernando
Savater, pero es cierto que hay trozos de vida, incluso de mi vida. He viajado
mucho por Escocia y al escribir El dialecto
de la vida me inspiraron dos viajes, en concreto, que hice allí. Uno
de ellos lo hice con mi mujer, Sara, para el programa de televisión Lugares con genio; fue un viaje posterior
al comienzo de la escritura de la novela. Aquellos programas fueron
interesantes, porque se unía a un escritor con su entorno; el Buenos Aires de
Borges, la Lisboa de Pessoa, el Chile de Neruda, la Praga de Kafka, la Escocia
de Stevenson… Algunas de las cosas que cuento en la novela las vivimos allí. No
es la Escocia de las guías turísticas; mi Escocia es la Escocia de Stevenson.
Hay sitios turísticos, como el lago Ness. Pero en esa época yo era un apasionado
de Stevenson, sigo siéndolo hoy en día; de su vida, de su obra, me hubiera
gustado encontrarme con él. A mí siempre me han inspirado otros escritores,
porque la gran aventura de mi vida es leer, y he vivido las aventuras que he
leído a otros autores. Yo he viajado y he vivido con la lectura de La Isla del
tesoro, con Sherlock Holmes, o cuando leí a Ciorán. Esas fueron mis verdaderas
aventuras. Creo que leí La Isla del
Tesoro con 6 ó 7 años, fui un niño precoz. Mi mente juvenil se
extasió en el mar infinito, surcado por una goleta de nombre español y
tripulación de bucaneros de todos los mares, que inventó un escritor escocés al
que debo algunos sueños. Me marcó una versión en disco con voces de locutores
famosos como Teófilo Martínez. Tanto me marcó esa versión, que en mi libro La
infancia recuperada, al hablar de La isla del Tesoro, menciono una frase que no
está en la novela”.