11.12.21

Entrevista a Rafael Guerrero por su novela “La verdad no hace amigos”


¿Cómo fue el proceso creativo de 
La verdad no hace amigos?

Como en todas las que he afrontado hasta ahora el primer paso consistió en elegir entre varios casos reales en los que participé como detective privado. Ver qué recorrido literario tenían, hasta dónde podía contar de los hechos vividos y cuánto debería rellenar con ficción. Seleccionados dos de ellos, hubo que juntarlos en el papel para comprobar que aun funcionando como tramas independientes con argumentos propios desarrollados de principio a fin de alguna forma conjugaban y se intercalaban capítulo tras capítulo con naturalidad, o al menos, sin incoherencias flagrantes; que el personaje principal, mi álter ego, fuese reconocible se moviese por esta o por aquella. Esa figura es la que dota de continuidad y coherencia al relato general formado por relatos paralelos que a veces convergen y otras nunca. Y envolviendo a todo eso presto mucha atención a la verosimilitud en todos sus aspectos: que si se miente, qué remedio, se mienta convincentemente. La credibilidad es una entelequia como la sinceridad o la fidelidad, la verosimilitud resulta en cambio innegociable máxime en el género negro.

¿Dónde, cuándo y cómo se desarrollan esas dos tramas paralelas de La verdad no hace amigos a las que haces referencia?

La principal, la que más espacio ocupa, en Rusia. En Moscú una parte y al sur de ese inmenso, imprevisible e inasequible país cerca de la frontera con Ucrania el resto del accidentado y peligroso periplo de los protagonistas. No es, desde luego, una amable visita turística. La otra trama se desarrolla en Madrid, cronológicamente es previa a la anterior pero se narra en paralelo pues su recuerdo y las secuelas emocionales condicionan la actitud del detective privado que pocos meses antes de partir hacia tierras rusas se ha metido por exigencias de la investigación en un triángulo pasional y potencialmente criminal con el trasfondo del sadomasoquismo, la usurpación de personalidad y la insaciable codicia humana de por medio.

 

¿Qué sabías de Rusia, y sobre todo de los submundos rusos que describes en la novela, antes de escribirla?

Había estado allí a título particular en algún congreso gremial y por trabajo. Cuando indagas en cuestiones delicadas, y no tan delicadas, en una zona donde la ley es dura y laxa al mismo tiempo más pronto que tarde te topas con el poder, el contrapoder y las mafias. Hay una mezcla casi indisoluble que cimenta y engrasa las instituciones públicas y privadas, los negocios grandes y pequeños, los servicios de inteligencia y por supuesto las actividades ilícitas que son muchas y variadas. En este libro se abordan la adopción internacional de bebés y la compra o el robo de estos a sus padres biológicos. Un caldo de cultivo muy apetitoso para la peor calaña de cada bando. Complicado discernir entre buenos, malos y regulares porque suelen ser regulares que se decantan por el bien y el mal según quien pague o quien amenace.

Y sobre las prácticas sadomasoquistas, ¿también tenías una idea aproximada por experiencia propia o lo narrado en la trama paralela con el caso de Franccesca parte de la documentación primero y la imaginación después?

En eso mi conocimiento era mucho más escaso, apenas unas referencias teóricas que cualquiera maneja por el cine o la literatura, lugares comunes al fin y al cabo. Y mi práctica, lógicamente, era nula sin sobrepasar lo inocente. Tuve que documentarme y preguntar a quienes lo practican y viven intensamente, sumergirme en ese ambiente como espectador para ser capaz de relatarlo con un mínimo de solidez, sin abundar en prejuicios. Por otro lado, en la novela aparece como un medio y no como un fin. El protagonista se vale de ello para desbaratar los planes de una mujer aficionada al BDSM que a la sazón pretende asesinar a su acaudalado marido y llevarse por el camino a un amante pusilánime que afortunadamente no se atreve a complacerla en ese disparatado empeño. De ahí que el detective privado, alertado y contratado por este, se vea en la tesitura de sustituirlo con el fin de abortar el delirio y salvar el pellejo al ignorante cónyuge. A un alto precio, además, pues casi pierde el suyo cuando se descubre su tapadera, es decir, su misión.

¿Esto también está basado en hechos reales? ¿Le sucedió en primera persona al detective que posteriormente lo escribe en la novela?

Digamos que está basado en hechos que suceden más a menudo de lo que pensamos. La condición humana es terrible si toca padecerla y magnífica como fuente de inspiración. Me temo que por discreción y cláusulas contractuales más no puedo desvelar.

Cuando uno trata con el mal a diario, ¿le quedan ganas para escribirlo por las noches, para dotarlo de cierta épica literaria, para salvar a aquellos personajes de su propio destino o ajusticiarlos o en definitiva redimir a esta especie nuestra bella y bellaca?

Por suerte no apunto tan alto y no está en mi mano salvar, ajusticiar o redimir. Bastante tengo con llegar entero a esas noches y encender el ordenador sin caer rendido sobre el teclado. Todos tratamos con el mal a pequeña o gran escala, todos lo sufrimos y lo ejercemos consciente o inconscientemente. Quizá yo sea un observador de esa eterna lucha más próximo, sin filtros, sin medias tintas. Y desde esa perspectiva incómoda pero también privilegiada parte más tarde la ilusión de armar una historia que deje constancia de lo observado y ordene en mi cabeza la sucesión de actos, malvados o bondadosos, con los que construimos el presente. No creo en buenos y malos, cada persona es un abismo en sí misma. A veces cae en él y otras se agarra con uñas y dientes al precipicio. Ahí entra la épica si existe, ahí sí la literatura redime a la prosaica realidad.

¿Qué importancia le das a ganar el premio y recibirlo en Tenerife Noir?

Pues es una alegría inmensa, claro, un honor por la lista de premiados que me precede, un chute de estima que haya gustado y destacado entre otras muchas, un acicate para continuar escribiendo, una oportunidad para llegar a más lectores y una excusa perfecta para viajar a Tenerife a recibirlo, agradecerlo y disfrutarlo con colegas del oficio y demás tramadores del noir.