¿Cómo fue el proceso creativo de La verdad no hace amigos?
Como en todas las que he afrontado hasta ahora
el primer paso consistió en elegir entre varios casos reales en los que
participé como detective privado. Ver qué recorrido literario tenían, hasta
dónde podía contar de los hechos vividos y cuánto debería rellenar con ficción.
Seleccionados dos de ellos, hubo que juntarlos en el papel para comprobar que
aun funcionando como tramas independientes con argumentos propios desarrollados
de principio a fin de alguna forma conjugaban y se intercalaban capítulo tras capítulo
con naturalidad, o al menos, sin incoherencias flagrantes; que el personaje
principal, mi álter ego, fuese reconocible se moviese por esta o por aquella.
Esa figura es la que dota de continuidad y coherencia al relato general formado
por relatos paralelos que a veces convergen y otras nunca. Y envolviendo a todo
eso presto mucha atención a la verosimilitud en todos sus aspectos: que si se
miente, qué remedio, se mienta convincentemente. La credibilidad es una
entelequia como la sinceridad o la fidelidad, la verosimilitud resulta en
cambio innegociable máxime en el género negro.
¿Dónde,
cuándo y cómo se desarrollan esas dos tramas paralelas de La verdad no hace
amigos a las que haces referencia?
La principal, la que más espacio ocupa, en
Rusia. En Moscú una parte y al sur de ese inmenso, imprevisible e inasequible
país cerca de la frontera con Ucrania el resto del accidentado y peligroso
periplo de los protagonistas. No es, desde luego, una amable visita turística.
La otra trama se desarrolla en Madrid, cronológicamente es previa a la anterior
pero se narra en paralelo pues su recuerdo y las secuelas emocionales
condicionan la actitud del detective privado que pocos meses antes de partir
hacia tierras rusas se ha metido por exigencias de la investigación en un
triángulo pasional y potencialmente criminal con el trasfondo del
sadomasoquismo, la usurpación de personalidad y la insaciable codicia humana de
por medio.
¿Qué
sabías de Rusia, y sobre todo de los submundos rusos que describes en la
novela, antes de escribirla?
Había estado allí a título particular en algún
congreso gremial y por trabajo. Cuando indagas en cuestiones delicadas, y no
tan delicadas, en una zona donde la ley es dura y laxa al mismo tiempo más
pronto que tarde te topas con el poder, el contrapoder y las mafias. Hay una
mezcla casi indisoluble que cimenta y engrasa las instituciones públicas y
privadas, los negocios grandes y pequeños, los servicios de inteligencia y por
supuesto las actividades ilícitas que son muchas y variadas. En este libro se
abordan la adopción internacional de bebés y la compra o el robo de estos a sus
padres biológicos. Un caldo de cultivo muy apetitoso para la peor calaña de
cada bando. Complicado discernir entre buenos, malos y regulares porque suelen
ser regulares que se decantan por el bien y el mal según quien pague o quien
amenace.
Y sobre
las prácticas sadomasoquistas, ¿también tenías una idea aproximada por
experiencia propia o lo narrado en la trama paralela con el caso de Franccesca
parte de la documentación primero y la imaginación después?
En eso mi conocimiento era mucho más escaso,
apenas unas referencias teóricas que cualquiera maneja por el cine o la
literatura, lugares comunes al fin y al cabo. Y mi práctica, lógicamente, era
nula sin sobrepasar lo inocente. Tuve que documentarme y preguntar a quienes lo
practican y viven intensamente, sumergirme en ese ambiente como espectador para
ser capaz de relatarlo con un mínimo de solidez, sin abundar en prejuicios. Por
otro lado, en la novela aparece como un medio y no como un fin. El protagonista
se vale de ello para desbaratar los planes de una mujer aficionada al BDSM que
a la sazón pretende asesinar a su acaudalado marido y llevarse por el camino a
un amante pusilánime que afortunadamente no se atreve a complacerla en ese
disparatado empeño. De ahí que el detective privado, alertado y contratado por
este, se vea en la tesitura de sustituirlo con el fin de abortar el delirio y
salvar el pellejo al ignorante cónyuge. A un alto precio, además, pues casi
pierde el suyo cuando se descubre su tapadera, es decir, su misión.
¿Esto
también está basado en hechos reales? ¿Le sucedió en primera persona al
detective que posteriormente lo escribe en la novela?
Digamos que está basado en hechos que suceden más a
menudo de lo que pensamos. La condición humana es terrible si toca padecerla y
magnífica como fuente de inspiración. Me temo que por discreción y cláusulas
contractuales más no puedo desvelar.
Cuando
uno trata con el mal a diario, ¿le quedan ganas para escribirlo por las noches,
para dotarlo de cierta épica literaria, para salvar a aquellos personajes de su
propio destino o ajusticiarlos o en definitiva redimir a esta especie nuestra
bella y bellaca?
Por suerte no apunto tan alto y no está en mi
mano salvar, ajusticiar o redimir. Bastante tengo con llegar entero a esas
noches y encender el ordenador sin caer rendido sobre el teclado. Todos
tratamos con el mal a pequeña o gran escala, todos lo sufrimos y lo ejercemos
consciente o inconscientemente. Quizá yo sea un observador de esa eterna lucha
más próximo, sin filtros, sin medias tintas. Y desde esa perspectiva incómoda
pero también privilegiada parte más tarde la ilusión de armar una historia que
deje constancia de lo observado y ordene en mi cabeza la sucesión de actos,
malvados o bondadosos, con los que construimos el presente. No creo en buenos y
malos, cada persona es un abismo en sí misma. A veces cae en él y otras se
agarra con uñas y dientes al precipicio. Ahí entra la épica si existe, ahí sí
la literatura redime a la prosaica realidad.
¿Qué
importancia le das a ganar el premio y recibirlo en Tenerife Noir?
Pues es una alegría inmensa, claro, un honor
por la lista de premiados que me precede, un chute de estima que haya gustado y
destacado entre otras muchas, un acicate para continuar escribiendo, una
oportunidad para llegar a más lectores y una excusa perfecta para viajar a
Tenerife a recibirlo, agradecerlo y disfrutarlo con colegas del oficio y demás
tramadores del noir.