12.12.21

Intento hacer una literatura global e integral. Por eso compagino la novela negra, con el thriller y la novela histórica



Pregunta.- ¿Cómo considera haber alcanzado la cuarta entrega de la saga Mat Fernández?
R.- Preocupado, con Nunca pensé ni siquiera hacer una novela con el personaje. El germen fue un relato y de ahí todo fue imparable, no pude controlar la necesidad de darle la palabra a Mat Fernández. Mat para mí funciona como un imán que me mantiene unido a la realidad. Nunca tuve dudas, de hecho, como no hay quinto malo, una nueva historia ya está en mi cabeza relacionada con los barcos flotantes de la bahía de santa Cruz durante los meses siguientes al Alzamiento Militar y la prisión de Villa Cisneros y los poetas canarios.

 

P.- ¿Quién es Mat Fernández?
R.- Un tipo honesto que se las ingenia para estar donde nadie quiere estar. Un tipo que entra en una ciudad asediada mientras todos la abandonan. Un tipo capaz de jugarse la piel por principios y por amor. Cuando éramos pequeños, sin saberlo, y cuando todos jugábamos en el patio a policías y ladrones yo quería ser Mat Fernández. Y en una realidad en la que no sabemos diferenciar dónde están los ladrones si en los despachos o en el trapicheo, si los malos están en la cárcel y los buenos en su casa o si los que están en la cárcel deberían estar en las casas de los causantes de que ellos estén pagando por otros… en esa realidad yo, el autor, elijo ser Mat Fernández.

 

P.- ¿Cuál es su novela preferida de la saga?
R.- Los ojos de Henry Fonda que fue un relato dentro de la antología G-2 Nuevos escritores canarios del editor Ánghel, con h intercalada, Morales. Fue el origen. Luego, nunca olvidaré la firma del contrato de Un camino a través del infierno con M.A.R. Editor que fue el principio de este sueño. Los ojos del puente fue la más dura de escribir y Nunca bombardees Pearl Harbor la más dura para Mat. Durísima lo puse es una situación de cuánto más peor, mejor. Lo dejé solo, fui duro con él, y a fuerzas de ser sincero, algo me arrepiento.

 

P.- ¿Es De un país en llamas la novela de mayor contenido político?
R.- Hay ciertas líneas argumentales que la unen muy claramente con Un camino a través del infierno y con Los ojos del puente. Especialmente en dos puntos el sentido político de la existencia y los orígenes del nacionalismo en Canarias. De un país en llamas resuelve parte de las cuestiones inconclusas en esas dos novelas. La novela negra tiene la virtud de ser un género muy directo y eso ayudó a desempolvar el pasado.

 

P. ¿Y la corrupción?
R.- Ese es el quid de la cuestión. Una pregunta con una respuesta muy clara: la corrupción no le importa a nadie. Y es una frase que le escuché, y que comparto a José Saramago. La Academia le concedió en 1998 el Premio Nobel de Literatura destacando su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía». Esa justificación de la Academia sirve literariamente como definición de corrupción. La corrupción no es solo material, es también moral. La pérdida de valores que ha sido un fenómeno global de masas. Quizás el fenómeno de masas que define a estos tiempos que estamos viviendo.

 

P.- ¿Cuándo fue escrita De un país en llamas?
R.- Mezclando a John Steinbeck y a Máximo Décimo Meridio, la novela fue escrita en tiempos de ira y fuego, analizando la situación política en Canarias y el caos a nivel nacional que generaba una situación de inseguridad. Fue una mezcla de confinamiento y realidad. Venía de ganar el Alexandre Dumas con Baraka y el Rumeu de Armas con los artilleros del Rif y dispuse de tiempo para centrarme en digamos “otra de Mat”.

 

P.- Defienda su novela.
R.- Defender De un país en llamas y cualquier novela de la saga es básicamente defender a Mat Fernández… Así que quiero asegurarme de que he encendido la vela antes de apagar la cerilla. En cierta ocasión no muy lejana, con la publicación de Nunca bombardees Pearl Harbor, un crítico literario afirmó que Mat Fernández conjugaba la violencia de Mike Hammer, la ruda ternura Philip Marlowe y la honestidad de Lew Archer. Mat ha sido creado con un perfil clásico que se ajusta a los tiempos actuales. Melómano, cinéfilo, un tocabolas y un perdedor a tiempo completo. Todo eso en un ambiente Pulp pop que da consistencia al argumento. Ahora en vuestras manos… De un país en llamas.

 

P.- ¿Está la literatura igual que la vida, en una nueva realidad?
R.- Últimamente cito mucho a Marguerite Duras que decía que lo que se escribe sustituye a lo que se vive. Se escribe por necesidad, por forma de vida. Escribir es una manera de vivir muy distinta a la vida cotidiana, casi en sus antípodas. En estos momentos las circunstancias sociales han cambiado y ahí tenemos un nuevo material que hay que aprovechar, analizarlo, enjuiciarlo y criticarlo. No puede pasar desapercibido. En tiempos de pandemia rodeado de cuatro paredes escribir era lo que llenaba mi vida y la hechizaba. La escritura nunca me ha abandonado. En el fondo lo que hacía es darme fortalece frente a lo que se estaba viviendo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe.

 

P.- ¿En dónde se encuentra su obra?
R.- Ya ha pasado ese cruce de caminos intento hacer una literatura global e integral. Por eso compagino la novela negra, con el thriller, con la novela histórica o con la ciencia-ficción en variante sci-fi noir, en donde me encuentro ahora. Solo hay una receta infalible que te da el valor de esfuerzo. Porque no hay una píldora mágica. Todo se basa en el trabajo. Un día tiene veinticuatro horas y duermo una media de siete. Ocho horas de trabajo, una de lectura y otra hora para alimentar, no solo el alma… quedan siete horas que, si te organizas bien con todas tus obligaciones, hay tiempo suficiente para crear.

P.- ¿Qué aporta Mat Fernández al género negro?
R.- Bocados de realidad. Tengo mucha confianza en el personaje. Eso es un punto de arranque fundamental, porque cuando dudas del personaje, dudas de tus posibilidades. Entras en un terreno peligroso porque empiezas a pensar de la manera equivocada. Cada segundo que dedicas a pensar en el plan B es energía que le quitas al plan A. A la gente le gusta tener un plan B porque tiene miedo a fracasar. Pero la realidad es no hay que tener miedo al fracaso porque no hay nada malo en fracasar. No importa las barreras que le ponga el desarrollo de la trama, lo fundamental siempre para mí ha sido empezar a contar una historia con el valor añadido de que nunca sé qué camino va a tomar Mat y a dónde le llevará. Soy eso que muchos catalogan como escritor de brújula. A Mat solo le pido que sea mejor hoy, con De un país en llamas, de lo que fue ayer con Nunca bombardees Pearl Harbor o Los ojos del puente o Un camino a través del infierno.

 

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